¿Producción ó Productividad?

#NotaDeOpinión de Marcelo Barbani sobre la productividad y su correlación con los precios y los salarios

Comunicación - Notas de opinión16 de febrero de 2021ENACENAC
Marcelo Barbani ENAC
Marcelo Barbani ENAC

En las últimas semanas he escuchado y leído con cierta frecuencia opiniones y posturas respecto a la “productividad” y como los supuestos bajos niveles de ésta producen todas las desgracias para la nación argentina y su gente.

Primero debemos revisar qué significa productividad para entender las cosas que se están diciendo. Dijo alguna vez Paolo Roca, uno de los empresarios más ricos y poderosos del país, que los trabajadores argentinos eran de los más productivos de américa, y al ser preguntado entonces sobre qué más necesitaba de los trabajadores argentinos dijo, sin ningún empacho: “que cobren bajos salarios”. Por lo que el tema de que los salarios están directamente relacionados a la productividad queda descartado en las propias palabras del empresario.

Entonces, al definir productividad solo vamos a tener en cuenta costos y beneficios, por eso la productividad aumenta cuando con el mismo costo se obtienen más beneficios (Ganancias del empresario) o una mayor producción que al final produce mayor beneficio. O su alternativa que se da cuando obtengo mayor beneficio bajando lo costos (O sea, los salarios), tal como habremos escuchado varias veces, incluso en boca de un ex presidente, cuando dijo “los salarios son un costo más”. Por lo tanto para clarificar esto, se aumenta la productividad produciendo más bienes con los mismos costos (Insumos y salarios) o se aumenta la productividad produciendo lo mimo, pero bajando los costos (Mayormente bajando salarios, ya que los insumos a veces traen precios que no dependen de factores internos).

Como los salarios no se pueden bajar en términos nominales sin producir un gran conflicto sindical, lo que los empresarios ( Y a veces el Estado) logran, es bajar los salarios en términos reales, y para ellos producen movimientos en los precios relativos, que en definitiva producen que los trabajadores y trabajadoras deban trabajar más horas para acceder a los mismos bienes, generando un excedente económico que se traduce en beneficio o ganancias para el empresario.

En este escenario, los empresarios ganan y los trabajadores pierden. Los salarios que también son precios no tienen la velocidad de respuesta que tienen los otros precios de la economía, por lo tanto un reacomodamiento de los precios relativos genera rápidas ganancias para el empresario, que aunque luego sean corregidos con paritarias, no pueden revertir el ciclo de transferencia de recursos ocurrida en el período previo.

Entonces, ¿Es la productividad lo que debemos aumentar en un país como la Argentina donde conviven tres niveles de productividad bien diferenciados? Autores como Pablo Chena llaman a esta característica estructural de los países no centrales “Heterogeneidad Estructural”, que es una diferencia fundamental con la “Homogeneidad Estructural” que se encuentra en los países centrales, siguiendo aquella definición de la COPAL de Centro y Periferia.

En Argentina existen tres diferentes tipos de unidades productivas, con tres diferentes niveles de productividad. Una que está a la altura de los países centrales o mejor, que cuentan con grandes inversiones en tecnología e innovación, ligada al comercio internacional generalmente como la industria automotriz o a las exportaciones agroindustriales. Otro nivel intermedio, compuesto por industrias cuya productividad es similar a la media del sistema nacional, donde encontramos a la mayoría de las pymes industriales medianas del país y un tercer nivel compuesto por un sector primitivo, cuyos niveles de productividad e ingresos por habitante permiten únicamente la subsistencia, donde se encuentran todos los trabajadores y trabajadoras de las empresas de menos de 10 trabajadores y de la llamada Economía Popular, que representan más del 85% de las empresas argentinas.

Hablar de productividad no sería tan fácil si al hacerlo primero definimos qué queremos hacer y como planeamos de una manera no solo discursiva, aumentar la productividad. Y una vez alcanzada, definir qué vamos a hacer con ella, dado que en los países centrales, con o sin sindicatos fuertes, los aumentos de productividad se volcaron en aumentos del salario real o como se dice comúnmente en incrementos del poder adquisitivo de los salarios, debido a una característica fundamental del mercado laboral de esos países, que es el Pleno Empleo. Mientras que en los países periféricos o semiperiféricos como la Argentina, los aumentos de productividad suben por encima de los salarios reales o el poder adquisitivo, permitiendo que los beneficios generados por el incremento de la productividad se trasmitan a los países centrales a través de menores precios de los bienes exportados.

Por lo tanto, en las condiciones estructurales actuales un incremento de la productividad, que siempre será bien recibido, no es condición suficiente para un incremento salarial y mejora de las condiciones de vida de los trabajadores. Sin una discusión previa y realista del tema, ajena de todo concepto cargado de prejuicios como “acá no trabaja el que no quiere” o “el problema es que estamos llenos de planes sociales”, indicando que esas son las razones por las que nuestro país permanece aún en la periferia, no vamos a aportar ninguna solución.

En la Argentina actual, ¿Quién puede arrogarse fijar un nivel de productividad apropiado y condicionarlo a los ingresos? Parece que en todo caso, lo que debemos aumentar sin ningún debate ni condicionamientos es la producción y no la productividad. Aumento de la producción que nos lleve al pleno empleo o a una tasa baja y razonable de desocupación, donde entonces sí podamos discutir quien se apropia de los aumentos de productividad, que impulsados por la demanda y la competencia, generen inversiones e incorporen tecnologías, en lo posible desarrollada localmente.

Los tres grupos diferenciados por su nivel de productividad también se diferencian por el nivel de acumulación de capital. En el grupo de mayor productividad también se da la mayor acumulación de capital que permite una mayor incorporación tecnológica al mismo nivel que los países centrales, lo que les permite seguir a tope en el nivel de productividad. En el segundo nivel, donde están las Pymes, la acumulación de capital es mucho menor por lo que las inversiones en tecnología que mejore la productividad no son el caso más frecuente. Por último en el tercer sector, el de la Economía Popular, la acumulación de capital es nulo, lo que no permite ninguna mejora en las formas productivas.

El Estado es quien debe direccionar políticas tanto financieras como de impulso, capacitaciones y mejoras tanto en el sector medio como en el menos productivo, pero fundamentalmente en el menos productivo, porque si bien los trabajadores del nivel más alto reciben los mejores salarios, la media salarial depende de este sector menos productivo, de su nivel de ingresos y condiciones de vida, porque es donde se encuentra el excedente estructural de mano de obra, tal como lo definiera Celso Furtado en los años 70’s. Por lo tanto mejorando la calidad de vida e ingresos del sector de la Economía Popular se pueden mejorar tanto los ingresos como la productividad de los otros dos niveles, pero fundamentalmente del sector medio que no está ligado al mercado externo y las exportaciones y tienen estrecha relación con la Economía Popular.

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