La paradoja argentina: votar el ajuste en nombre del desencanto

Los resultados de las elecciones legislativas dejaron algo más que un nuevo mapa político: dejaron en evidencia el desencanto social con una dirigencia que perdió conexión con el país productivo.

Comunicación - Notas de opinión27 de octubre de 2025Equipo ENACEquipo ENAC
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Por Walter Petina - Socio de ENAC

Los resultados de las elecciones legislativas dejaron algo más que un mapa político: dejaron un espejo. Un país que se mira a sí mismo y no se reconoce.

La Libertad Avanza logró una victoria contundente, incluso en medio de una economía colapsada, con denuncias de corrupción, con vínculos inquietantes y una gestión que se sostiene sobre el marketing de la bronca más que sobre resultados concretos. Y sin embargo, ganó.

Como empresario pyme y dirigente peronista, me cuesta explicarlo sin incomodidad. Pero la incomodidad también es un buen punto de partida: obliga a mirar más allá del enojo o la sorpresa. Lo cierto es que la gente no votó un proyecto económico, ni un programa de desarrollo. Votó contra algo: contra lo que siente que ya no la representa, que ya no la escucha, que se olvidó de ella.

La paradoja argentina es dolorosa: mientras el país se incendia, amplios sectores eligen a quien promete más ajuste, menos Estado y más castigo. Lo hacen no porque crean en esa receta, sino porque dejaron de creer en la nuestra. Y eso, más que una derrota electoral, es una derrota cultural.

Durante décadas, el peronismo fue sinónimo de trabajo, movilidad social y esperanza. Pero algo se quebró. Nos alejamos de la gente que trabaja, de las pymes que resisten, del laburante que ya no encuentra en nosotros una voz que lo defienda. Nos burocratizamos, nos dividimos, nos encerramos en discursos que no hablan de la vida real. Mientras tanto, el país productivo -ese que no aparece en los grandes medios pero paga sueldos, genera empleo y sostiene la economía- se siente cada vez más solo.

El triunfo de Milei no puede leerse sólo como un fenómeno político; es también un síntoma social. Hay una parte de la sociedad que siente que perdió el futuro. Que el esfuerzo ya no alcanza. Que el Estado, en lugar de protegerla, la aplasta con impuestos, controles y promesas incumplidas. Y esa frustración, combinada con el desgaste moral de la dirigencia tradicional, se convierte en una bomba emocional que estalla en las urnas.

Pero no todo está perdido. Las pymes seguimos demostrando que se puede construir desde abajo, con trabajo, innovación y solidaridad. Somos el corazón de una Argentina que todavía produce, aun cuando todo arde. Tal vez ahí esté el comienzo de una respuesta: volver a mirar a la gente de frente, volver a hablar de desarrollo y no de dogmas, de productividad y no de slogans.

El desafío no es competir con el marketing libertario, sino recuperar la credibilidad desde la coherencia. Volver a hacer del peronismo una herramienta de transformación y no un refugio de poder. Porque cuando el pueblo vota con bronca, no lo hace para destruir: lo hace para ser escuchado.

Esta elección no fue un plebiscito sobre el pasado, sino un grito hacia el futuro. Si lo sabemos escuchar, todavía hay tiempo para reconstruir. Pero si seguimos discutiendo entre nosotros mientras el país se prende fuego, entonces no nos quejemos del humo: lo estamos generando nosotros mismos.

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