20 de noviembre: Soberanía y memoria - cuando producir es resistir

En el Día de la Soberanía Nacional, recordamos la resistencia en la Vuelta de Obligado como símbolo de lucha por la independencia económica, política y cultural. Una fecha que invita a reflexionar sobre la defensa de la producción nacional, la memoria histórica y el rol estratégico de las PyMEs en la construcción de un proyecto de país soberano.

Comunicación - Notas de opinión20 de noviembre de 2025Equipo ENACEquipo ENAC
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Por Mariela Montiel, socia de ENAC

El 20 de noviembre de 1845, las tropas al mando de Juan Manuel de Rosas y Lucio Norberto Mansilla resistieron en la Vuelta de Obligado la invasión anglo-francesa. Aquella batalla, desigual y heroica, no fue solo una defensa militar: fue una declaración política. Rosas encarnaba un proyecto de país soberano, antiimperialista y profundamente americano.

Su figura -como la de Perón un siglo después- quedó envuelta en una “leyenda negra” tejida por los vencedores de cada época, que convirtieron la historia en un campo de disputa ideológica. Afortunadamente, la suerte, a veces justiciera, iluminó al discípulo de Mitre, Adolfo Saldías, quien dio cuenta de que el expresidente omitió fuentes históricas para denostar la figura de Rosas. Más tarde florecieron los revisionistas del siglo XX -Ugarte, Mariátegui, Haya de la Torre desde el socialismo antiimperialista, y los pensadores de FORJA desde el radicalismo yrigoyenista- que continuaron la tarea de desmontar el relato oficial.

La historia mitrista, de matriz liberal y meritocrática, fue la que moldeó la narrativa escolarizada: seleccionó qué recordar y qué olvidar. En esa operación se esconde el poder de quienes escriben la memoria en pos de defender intereses políticos. Silenciar a quienes defendieron la soberanía y exaltar a quienes garantizaron la dependencia no fue un error, sino un proyecto. En tiempos donde se usan conceptos anacrónicos, sin anclaje real, recuperar el legado de Rosas y su pueblo se vuelve un acto de resistencia y esperanza.

Rosas impulsó medidas económicas, sociales y culturales que afirman la independencia nacional. Fue un hombre que, habiendo nacido en el seno de la élite porteña, traicionó a su clase. Empresario y estanciero exitoso, no olvidó, al asumir las facultades extraordinarias de la Confederación, que en 1807 los británicos fueron derrotados por el patriotismo y la unidad de acción de los más vulnerados: gauchos, indios, mujeres y niños, pero también con el aporte de militantes empresarios que apoyaron la causa soberana. Ya como gobernador, se apoyó en esa misma gente y les garantizó la justicia social. ¿Cómo? Puso el capital en función social, gestionado de modo tal que la economía trabajase para la política, y que la política sea la herramienta transformadora del bien común.

juan manuel de rosas

Desde el fomento del mercado interno y la protección de los saladeros (primer núcleo de industrialización argentina), hasta la regulación del comercio exterior (Ley de Aduanas) y la prohibición de la libre navegación de los ríos, su gobierno fortaleció la economía nacional frente a la presión extranjera. A los federales les tocó gobernar con una fuerte oposición local, otra tanta emigrada y subvencionada por los imperios; sin embargo, las entidades asociativas, los gremios y los espacios de sociabilidad popular acompañaron esa construcción de comunidad que supo resistir bloqueos y escasez con convicción y organización.

Su búsqueda de identidad y cohesión fue amplia: revalorizó a los pueblos originarios respetando culturas y tradiciones como el candombe y los carnavales; dio trabajo y disciplina al gaucho (germen del movimiento obrero) y también trabajó junto al empresariado nacional vinculado a la tierra y la producción para que las políticas liberales no destruyeran los emprendimientos locales. Hacia 1840, las estancias y el comercio interno eran los que generaban trabajo. Esa mirada integral también expresaba una concepción geopolítica del continente: Rosas entendía a la Patria Grande como un territorio en disputa que debía defender la soberanía organizándose en bloques regionales.

La historia liberal lo acusa de retrasar la organización nacional y de no dictar una Constitución, sin mencionar las causas de esta decisión política. El imperio francés estaba conquistando países en la región para convertirlos nuevamente en colonias; los británicos imponían sus productos y el libre comercio, endeudando en nombre del progreso indefinido y la libertad. La historia es la mejor fuente para ver —con el diario del lunes— que en 1853, habiendo derrocado este proyecto de país, los terratenientes unitarios se unieron en la SRA para apoyar la primarización de la economía. Los Cambaceres, Martínez de Hoz, Ortiz, Ocampo, Tornquist son las mismas firmas que fundaron la UIA para interrumpir genuinos procesos de emancipación y liberación. Sin ir más lejos, la navegación y el control soberano de la hidrovía es hoy una causa silenciada por los liberales.

En el plano político, su liderazgo combinó autoridad y decisión. Tomó medidas radicales, muchas veces controvertidas, pero siempre en función de la independencia nacional. Su compañera, doña Encarnación Ezcurra, fue también una “oveja negra” de la aristocracia porteña. Desde la Sociedad Popular Restauradora organizó la resistencia popular, conocida como La Mazorca, símbolo temido y polémico que representó la faz disciplinaria de un Estado que enfrentaba constantes amenazas externas e internas. Más allá de los juicios morales, Rosas consolidó un poder capaz de sostener un rumbo político propio por más de dos décadas. Nunca dejó sus ideales en la puerta de la Legislatura porteña.

Su legado político es inmenso y ha sido faro para pensadores, militares y dirigentes. San Martín lo reconoció con respeto y admiración, legando su Sable Corvo y poniéndose a disposición. Dos ideas fuerza quiero compartir con ustedes:

  1. No hay proyecto nacional y antiimperialista sin conducción, sin liderazgos dispuestos a trascender y resistir. Quien asuma ese rol deberá dejar egoísmos y ambiciones sectoriales.

  2. Y no hay conciencia política sin conciencia histórica: las pymes debemos involucrarnos de lleno en la política y pensar estratégicamente para ser parte de un proyecto industrial con justicia social.

La historia argentina demuestra que cada intento de construir un país con industria, trabajo y justicia social encontró las mismas resistencias: alianzas entre oligarquías locales y poderes extranjeros. Así fue después de Caseros en 1852, tras el bombardeo del 55, durante las dictaduras, el endeudamiento perpetuo y los ciclos de saqueo económico. Hoy a esta alianza se le suma el poder judicial y los medios de comunicación.

Por eso, hablar hoy de soberanía no es un gesto simbólico: es una necesidad política. Supone volver a encauzar la idiosincrasia de la sociedad civil, recuperar la idea de liberación económica y cultural, revisar las leyes que impiden la producción y el empleo, y limitar el poder de los sectores financieros y judiciales que condicionan el destino del pueblo.

El Día de la Soberanía Nacional nos recuerda que la historia es una herramienta de emancipación. Es recuperar la trama de una identidad nacional que no se resigna, que sigue creyendo en un destino propio y que entiende que la soberanía —como la libertad— solo se conquista en disputa permanente y que siempre está acompañada de la industria y la producción.

“Rosas no es un simple tirano a mis ojos; si en su mano hay una vara sangrienta de hierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos.”
Palabras de Juan Bautista Alberdi, opositor de Rosas.

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